Carta de Iñaki Alegria
Etiopía: Entre Olores de Esperanza y la Emergencia Continua
Había escuchado hablar de Gambo como un lugar impregnado de olores desagradables, comparado con un característico hedor a vieja sábana impregnada de vómito agrio secado al sol. Otros lo asociaban con el penetrante olor de trapos viejos manchados de heces diarreicas, bañados por mucosidad verde. Sin embargo, al llegar, descubrí que Gambo también lleva consigo el intenso aroma del café recién molido, capaz de eliminar esos olores anteriores y transformar la percepción del lugar. No me habían contado sobre el frío aire de la noche ni sobre cómo el humo del fuego de leña puede convertir un hogar en algo acogedor. En resumen, Gambo es también un refugio de esperanza.
Aprendí a no quedarme con los rumores y a explorar la vida con los cinco sentidos, sumergiéndome en las aguas de los ríos, las heces, y los cafés. La vida, en Gambo, es una amalgama de alegría y tristeza, vida y muerte. Pero, sobre todo, es amor y esperanza; una vida que brota entre las cenizas fértiles.
Cuando terminé mis estudios de Medicina en la Universidad de Barcelona y estaba especializándome en Pediatría en el Hospital General de Granollers, nunca imaginé que mi vida daría un giro radical al pisar la tierra roja de Gambo. Lo que deberían haber sido cuatro meses de prácticas se convirtieron en una mudanza para evitar el cierre del único hospital que brindaba atención sanitaria a la humilde población rural del sur de Etiopía.
Inicié como voluntario, pero inesperadamente me encontré convertido en el director médico del hospital. Recordar las primeras palabras de mi diario en Etiopía, escritas hace más de siete años, me emociona. Gambo tiene su propia alma, una experiencia sobrecogedora en todos los aspectos de la vida: médico, personal, humano y espiritual. Un lugar donde la vida y la muerte comparten la misma cama.
En el Hospital Rural de Gambo, enfrentamos una emergencia continua.
El miedo se ha convertido en una pandemia que relega al olvido enfermedades ahora más letales que nunca. No es mi primera vez enfrentándome a la muerte ni lidiando con un sistema sanitario colapsado, pero no me acostumbro a presenciar la injusticia ni a callar frente a ela.
lTrabajo en un hospital que se reinventa a diario. Epidemias de sarampión, bronquiolitis y neumonías nos desafían constantemente. En un contexto de pandemia por coronavirus, el desafío es aún mayor. Estamos en primera línea, luchando contra diversas enfermedades mientras enfrentamos la indiferencia que rodea al Cuerno de África.
Trabajo más allá de mis límites, en un escenario donde la normalidad es la anormalidad. Cada día es una sorpresa, atendiendo a más de trescientas urgencias, multiplicando camas y enfrentándonos a la realidad de un sistema colapsado.
Al final del día, en el viejo lecho, mi diálogo interior refleja la preocupación por aquellos a quienes atendí. La impotencia de ver morir a niños por enfermedades prevenibles me atormenta, pero también me proporciona la fortaleza para continuar. He aprendido que el cuerpo humano puede trabajar hasta la extenuación cuando tiene un propósito, y mi compromiso es combatir la injusticia social con trabajo y esfuerzo.
En los meses más difíciles, tratamos bronquitis y bronquiolitis, malabareando con la oxigenoterapia para priorizar casos. Estamos en un hospital colapsado, pero el personal se entrega al 300%. Algunos pacientes sobreviven, otros no, víctimas de enfermedades que podrían evitarse. Mueren por la injusticia social, asesinados por el silencio.
Ahora, se suma la pandemia del coronavirus, y nuestro desafío es evitar que colapse el frágil sistema sanitario que hemos construido con esfuerzo. Trabajo en el Hospital de Gambo para que el lugar de nacimiento no condene a morir, sino a vivir.
Es un hospital que salva vidas y enseña a salvarlas, enfrentándose a la adversidad.
Gambo, a más de doscientos kilómetros al sur de Adís Abeba, es un rincón único en el mundo. Cambié el bullicio de la ciudad por el canto de los pájaros, la contaminación por aire limpio. El hospital, ubicado en una zona rural, es el único acceso a atención sanitaria para una población con escasos recursos. Fundado antaño como leprosería, hoy atiende a miles de personas afectadas por diversas enfermedades.
Los profesionales del hospital son los auténticos héroes. Cocineras, limpiadoras, enfermeras, auxiliares, todos contribuyen a la maravillosa sinfonía que es Gambo. El hospital no solo ofrece empleo y formación a la comunidad, sino que también representa la esperanza y la alegría que pueden surgir en medio de la adversidad.
La cooperación como la conocemos debe evolucionar hacia el amor y la colaboración horizontal.
Este libro es un homenaje a todos los que hacen posible la magia de Gambo. La felicidad solo es real cuando se comparte, y Gambo es un lugar donde entrego mi vida y mi alegría.
Como dice un proverbio africano, soy porque somos. Soy persona a través de los demás. Ubuntu.
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