Muy buenos días queridas y queridos con Alegría!
Hoy os comparto una historia llena de esperanza.
Deseo que os emocione como a mí.
«Ballet de la Esperanza: El Renacer de Kalid en la Penumbra del Quirófano»
«La salud no es lo único, pero cualquier cosa sin salud es nada».
Mahler
En la penumbra del quirófano, donde las sombras bailan al compás de la urgencia, la vida y la muerte entrelazan sus destinos.
«¡Doctor, corra, corra!», resuena el llamado urgente, un eco de desesperación que despierta mis sentidos. Salgo presuroso, adentrándome en la sinfonía de angustia que emana de la habitación contigua.
Allí, entre murmullos de dolor, descubro a una mujer inmersa en el torbellino carmesí de un parto desgarrador. Damitu, la joven enfermera, despliega su destreza con un fetoscopio, ese instrumento que se convierte en la batuta de la vida. Pum, pum, pum… el latido del niño, un eco frágil que contrasta con la solemnidad de la situación. Un río marronáceo teñido de sufrimiento irrumpe, anunciando el quiebre de aguas.
No hay tiempo para titubeos. La cesárea se convierte en un acto de rescate, una danza quirúrgica que busca arrancar al pequeño de las garras de la muerte que acecha incluso antes de su primer aliento. La sala de operaciones se convierte en un escenario donde la vida lucha contra las sombras.
Tigist, la anestesista, se viste con guantes como armadura y despliega su arte en la espalda de la madre, aliviando su dolor. El cirujano, vestido de verde esperanza, ejecuta incisiones precisas, revelando el útero como un sagrado santuario de vida. La escena se torna una poesía visual, una sinfonía de manos expertas danzando entre la fragilidad y la esperanza.
En el silencio que sigue, mi corazón late desbocado, sintiendo el peso de la incertidumbre. Un cuerpo azul, como el cielo antes del amanecer, se materializa en el mundo. Pinzamos el cordón umbilical, esperando el llanto que se demora. El tiempo se estira, un segundo se convierte en una eternidad suspendida en el abismo.
Tomamos al pequeño, un ser sin vida en apariencia, y lo depositamos en la cuna de resurrección. En ese momento, la ciencia se entrelaza con lo divino, y la comadrona, Damitu, se convierte en la tejedora de destinos. 1, 2, 3, 4 y 5. Cada compresión es un latido de esperanza, una plegaria silenciosa por la resurrección. El cuerpo responde, y el llanto, ese canto celestial, llena la sala.
En la báscula, la vida se mide en 900 gramos de pura tenacidad, un alma que desafía la oscuridad. Este pequeño guerrero, llamado Kalid, ha vencido a la muerte antes de conocer la plenitud de la vida. En Etiopía, donde primero se sobrevive y luego se vive, el personal sanitario se convierte en artífice de milagros, desafiando las adversidades con conocimiento y dedicación.
En este día D, donde la muerte amenaza con su sombra, también hay un día D de resurrección. Kalid, envuelto en la determinación de un equipo excepcional, ha desafiado las predicciones sombrías y ha tejido un nuevo capítulo en el libro de la vida. Hoy, en Etiopía, nacer es un acto más seguro, un paso hacia un mañana donde la esperanza florece.
En la penumbra del quirófano, donde la vida baila con la muerte, el personal de Gambo ha erigido un monumento a la excelencia.
Hoy, la vida ha triunfado, y en cada latido de Kalid, resonará la victoria sobre la oscuridad. Enhorabuena, héroes anónimos de la esperanza, por regalarle al mundo un renacimiento.