Seamos Luz en la Oscuridad

Con Alegría y nuestros mejores deseos os compartimos el cuento de «Emmanuel, una luz en la Oscuridad».

Que el Amor de la Navidad nos ilumine cada día, 
una llamada a vivir con el corazón lleno de amor, a ser la paz en la guerra, la luz en la oscuridad, la alegría en la tristeza y el amor en el odio.
A construir cada una Feliz Navidad cada día, a celebrar que cada día nace el Amor.
Un fuerte abrazo
Iñaki con Alegría

Emmanuel, Luz en la Oscuridad

 

Alegría

En una tierra marcada por el conflicto, donde las sombras de la guerra cubrían los días y las noches, nació un niño en un humilde hogar. Su llegada fue tan silenciosa como un susurro, pero su impacto resonaría como un canto eterno.

Le llamaron Emmanuel, porque su madre, al sostenerlo por primera vez, dijo con fe:

—En medio de todo esto, él será una señal de que Dios está con nosotros.

Creció rodeado de la dureza del mundo, pero su corazón era distinto. Desde pequeño, Emmanuel buscaba transformar el sufrimiento en esperanza. Cuando los gritos de la guerra llenaban el aire, él cantaba canciones de paz. Su voz, aunque pequeña, tenía la fuerza de calmar los corazones inquietos.

Cuando las noches parecían interminables y la oscuridad se apoderaba de las almas, Emmanuel encendía una vela y susurraba:

—Una sola luz puede guiar a muchos. Nunca dejemos que la oscuridad apague nuestra esperanza.

Una vez, en medio de una aldea devastada, encontró a un grupo de niños llorando. Emmanuel, con apenas unos trozos de madera y su imaginación, construyó pequeños juguetes. Al verlos sonreír, les dijo:

—La alegría puede florecer incluso en los lugares más tristes. Solo necesitamos regarla con amor.

Mientras crecía, Emmanuel enfrentó el odio con algo que parecía inquebrantable: su amor. Cuando otros levantaban muros, él tendía puentes. En un pueblo dividido por antiguas rencillas, se atrevió a invitar a las familias enfrentadas a compartir una comida. Al principio, todos se miraron con recelo, pero las risas de los niños rompieron el hielo, y poco a poco, la unión venció al resentimiento.

Un día, alguien le preguntó:

—¿Cómo puedes ser tan fuerte en medio de tanto dolor?

Y él respondió con sencillez:

—La paz nace en medio de la guerra, porque allí es donde más la necesitamos. La luz se muestra en la oscuridad, porque solo allí se ve su poder. La alegría crece en la tristeza, porque en las lágrimas se esconden las semillas de la esperanza. Y el amor vence al odio, porque es la única fuerza capaz de cambiar el mundo.

Con el tiempo, Emmanuel no solo transformó su aldea, sino también los corazones de quienes lo conocieron. Su ejemplo de paz, luz, alegría y amor se convirtió en un faro para otros, recordándoles que incluso en las circunstancias más difíciles, siempre hay una opción: ser la chispa que enciende una llama.

En cada guerra, él sembraba paz. En cada oscuridad, llevaba luz. En cada tristeza, despertaba alegría. Y en cada odio, mostraba el poder del amor.

Y así, Emmanuel no solo cambió su mundo, sino que mostró a todos algo más profundo: que tú puedes ser Emmanuel. Emmanuel somos todos. Cada uno de nosotros lleva dentro esa chispa de amor, esa capacidad de transformar el mundo. No importa cuán pequeño o insignificante te sientas, tus actos de bondad, tu sonrisa, tus palabras de aliento, pueden ser la luz que otros necesitan.

Porque Emmanuel no es solo un nombre. Es una llamada a vivir con el corazón lleno de amor, a ser la paz en la guerra, la luz en la oscuridad, la alegría en la tristeza y el amor en el odio.

Hoy y siempre, tú puedes ser Emmanuel.

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