Tengo más miedo a morir de hambre que morir por Coronavirus.
“Tengo más miedo a morir de hambre que de Coronavirus” clama al cielo Messi. Messeret, Messi, como la llamamos de manera cariñosa.
Messi, levanta la mirada más allá de nuestros ojos hasta alcanzar el zénit, lo más alto del cielo, donde dirige una mirada perdida que espera ser encontrada, una mirada que se ha cansado de mirar a los ojos de unas personas que responden bajando la mirada para no ver no lo que no quieren ver. Ciertamente, no es sencillo.
Messi, mirada perdida en el cielo, elevando los brazos, extendiendo las palmas de las manos, acercándose lo más posible para poder acariciar el cielo y poder encontrar el consuelo que no ha conseguido encontrar en la tierra ante las miradas hostiles o indiferentes.
“Tengo más miedo a morir de hambre que de Coronavirus” clama al cielo Messi.
“No tengo miedo a morir mañana de Coronavirus, de hambre ya estoy empezando a morir hoy mismo”. Tengo familiares que no tienen lo suficiente para comer. Yo misma empiezo a notar ese ardor en el estómago, ese inconfundible sentimiento de hambre que si nunca has conocido no puedes llegar a saber lo que es.
Ese dolor que calma con una migaja de pan. Es la inconfundible marca del hambre.
Por supuesto que tengo miedo al Coronavirus. Pero tengo que seguir levantándome cada día para trabajar para conseguir algo de dinero para el pan de mi familia.
El miedo a la posibilidad de morir de Coronavirus me puede llevar a la certeza de la muerte segura por hambre. Y eso no puede ser.
Rezo, inspiro profundamente y madrugo más que el sol para ganar horas al trabajo, segundos a la muerte.